domingo, 30 de marzo de 2008

NOCHE 15 - EL ETERNO FEMENINO.

¿Qué pasa si se junta en el mismo lugar a dos soberanas representantes del amor comprado y de la belleza sintética? Que sólo es cuestión de esperar para que surjan problemas. Y si uno está en medio del colapso, es irresoluble que también se salga perjudicado.

Todo mundo me advirtió en su momento que Alexandra era profundamente posesiva y que brotaban en ella unos celos incontrolables los cuáles la convertían en una hija de puta… y yo nunca hice caso.

Haciéndole honor a la regla #1 “EN EL TABLE DANCE TODO SE RIGE POR INTERESES Y DINERO”; resultaba hasta justificable que Alexandra peleara con uñas y dientes ser la primera y la única y que viera a sus compañeras cómo enemigas, cómo incomodas competencias, cómo las responsables de que su dinero ese día estuviera en riesgo.

Pero regreso al factor psicológico. Ese es el que me interesa.

Regla #3 “EN EL TABLE DANCE, LA VANIDAD Y FEMINIDAD SON FACTORES VITALES”. Quizás sean el todo. Saberse deseadas. Estar conscientes que las necesitas. Que entre el mar de mujeres la escogiste a ella. Que a diferencia del resto, a ella la ves diferente. Ese es el jugo que hay que explotar. De ahí depende todo, para que uno pueda rebelarse ante la rutina.

Ellas huelen quién es un cliente más, cuyas intenciones no van más allá de tener compañía un rato mientras toman sus tragos, eventualmente agarrarle las nalgas a la que se deje y ya muy prendido comprar su correspondiente baile privado; y quién es diferente, aquel con el que podrá hacer química, pasándola bien, teniéndole confianza (dándole su teléfono o confesándole algún secreto) y a la postre si dicha persona es habitual en el lugar (que por lo general lo es), tenerle ciertas deferencias y considerarlo su amigo. Así mismo perciben cuándo eres sincero y aprecian cuándo las tratas como seres humanos.

Así que para una bailarina, no ser aceptada en una mesa, ser sustituida abruptamente en medio de la plática y/o el flirteo o no ser la única opción para el cliente; no es perder una buena oportunidad: es una humillación, restregándole que su esfuerzo no tiene valor alguno y demostrándole que no es tan indispensable cómo quiere suponer.

Por ende, si eras un cliente identificado por Alexandra y optabas (¿osabas?) por escoger a otra persona previa y sobre todo posteriormente; ella no dudaba en asaltar tu mesa, no importándole con quién te encontraras acompañado, para exigirte una explicación, gritarte, reprocharte y verte con una mirada demasiado pesada para terminar retirándose indignada.

Ser popular y saberse deseada termina siendo para una bailarina, una horrible arma de doble filo. Por una parte alza su autoestima hasta el cielo, ya que está consciente de que controla a su antojo la suerte de sus compañeras, la libido de los hombres y de que todas las condiciones giran en torno suyo. Pero por el otro lado toparse que por muy “Diva” que sea no es la única, puede herirle de muerte el orgullo.

Sin embargo, por más desaguisados y descalabros que pudiera protagonizar, Alexandra todavía no encontraba la horma de su zapato. Se podría afirmar que ya había experimentado los dos lados de la moneda, pero todavía sin consecuencias. Seguía siendo la estrella de siempre.

Cómo yo no tenía ni carácter ni fuerza de voluntad ante ella, Alexandra sabía perfectamente que no tenía por qué preocuparse si me veía saludando a alguna de sus compañeras o estando fugazmente en compañía de otra; era sólo cuestión de imponer su presencia, para librarse de ellas.

Cuándo me vio saludar efusivamente a Bárbara, Alexandra perdió su confianza. Su semblante cambió acentuadamente. ¿Y dónde fue muy notorio esto? Cuándo Bárbara se despidió de mí y se retiró a los vestidores, Alexandra se dirigió intencionadamente al mismo lugar. Cuándo regresó a mi mesa me dijo con el rostro desencajado que le había cuestionado a Bárbara cuál era la relación que llevábamos y que de dónde me conocía. A su vez, me pedía que sin mentiras, le diera mi propia explicación, porque Bárbara le había dicho que ya nos conocíamos meses atrás.

Alexandra supo que por fin se había encontrado con una rival digna.

¡Como quisiera presumir que yo era el responsable de que una rivalidad iniciara! pero estaría mintiendo. En realidad el enfrentamiento no se trataba siquiera de bailarinas, sino de dos chicas que querían demostrar quién era mejor como “mujer”, y yo era sólo el pretexto.

Era improbable de que las cosas volvieran a ser iguales. Era complejo controlar dos personalidades tan fuertes. Quizá fue mera ingenuidad, pero en particular a Alexandra y a Bárbara, siempre las vi con otros ojos.

De acuerdo, Alexandra era medio convenenciera y tenía (¿tiene?) serios problemas con el alcohol y las drogas. También es cierto que no lo pensaba dos veces en coger con el primero que le pagara. Vamos, según los parametros nihilistas de este mundillo, uno debería ser un pendejo si se involucraba con ella y no pensaba en cogérsela; porque era fácil y relativamente barato.

Sin embargo, eso a mí me valía. La veía y no podía evitar decirle que sí en todo. Nunca pensé en cogérmela. Igual sí era muy sencillo. Igual a ella sí le prendía demasiado tener sexo de esa manera y no me hubiera tomado a mal mi propuesta de pagarle. Pero a mí eso no me interesaba. Lo que pretendía era saber cómo se sentía, en qué pensaba y qué deseaba. Y a pesar de su hermetismo, mi necedad era aún más fuerte. Creo que siempre he tenido algo de masoquista.

Por su parte, ver cómo Bárbara emanaba delicadeza de forma casi etérea, cada vez que bailaba con “Ella y Yo” de Don Omar y Aventura o “Tu Príncipe” de Zion y Lennox, se desnudaba, caminaba por los pasillos del lugar, saludaba, sonreía, tomaba su copa de anís, la escuchaba hablar y se despedia; generaba que en lo que menos pensara era en verla como objeto sexual. Igualmente me interesaba saber más de ella, de la “persona” no del “personaje” de “femme fatale” que adoptó.

Cómo una perversa ironía, por una coincidencia que me dejó a las puertas del antro; sólo me tardé dos días en regresar a El Escándalo.

NOCHE 14 - LA CONOCÍ EN UN MOMENTO MUY EXTRAÑO DE SU VIDA.

Bárbara irradiaba por todos sus poros, vanidad y feminidad. Así que, su mirada era fulminante, su caminar hipnotizante, su aroma embriagante, su porte especial, su trato cordial, su voz acariciante, su esencia única, su manera de ser dónde dejaba de manifiesto que era una “Diva” resultaba intimidante. Vamos, desde éste momento lo confieso: me enamoré perdida y profundamente de Bárbara.

Voy a ser sincero. Me cuesta un poco escribir éstas líneas, ya que estoy escribiendo de un amor platónico, de un absurdo, de un imposible, de una idealización. Ni hablar, yo sabía en qué terrenos me estaba metiendo cuándo empecé a escribir, así que estaba consciente que tarde o temprano me afectaría mencionarla.

Después de conocerla (dónde por cierto, surgió el “gag” local de bautizarla como “La Ingeniera” ya que esa misma noche me enteré que ella había estudiado en Caracas, Venezuela; su ciudad de origen, la carrera de Ingeniería Civil, aunque nunca la terminó; en una escena por demás sui generis, tanto por el escenario cochambroso bañado en prominentes luces rojas dónde se hacía dicha confesión, así como por lo asombrosamente disparatado de la situación); fueron pocas las veces que me topé nuevamente con Bárbara. Sin embargo los síntomas siempre eran los mismos: me bloqueaba, tartamudeaba y hacía patente mi nerviosismo.

(¿Mi comportamiento cada vez que la veo responde a que tiene bien practicado su personaje o es porque en realidad me gusta? ¡Demonios! ¿Para qué lo niego? Es evidente que Bárbara me voló la cabeza)

A pesar de aceptarlo, curiosamente no me pesaba tanto pensar que quizás no la volvería a ver porque La Corbata ya había perdido ahora sí todo su encanto.

Dos o tres meses después de la última visita a La Corbata escuché de su resurgencia y ahora hasta en días tan improbables cómo lunes o martes, el ambiente rifaba durísimo. Sobra decir que no tardé mucho en ir a comprobar la noticia.

En efecto, La Corbata había vuelto a ser “in”…aunque por un periodo fugaz.

Comprobar que aunque los meses habían trascurrido y que en realidad nunca mantuvimos una relación tan estrecha; Bárbara se hubiera acordado inmediatamente de mí, fue razón suficiente para reafirmar un hecho: estaba enamorado de ella.

Reitero, La Corbata tuvo un segundo aire mínimo. Semanas después nuevamente se encontraba muerto, quedándose sólo con lo peorcito de la plantilla.

Por ahí se encontraba una pareja de hermanas también procedentes de Venezuela llamadas PAULINA y KORINY; las cuáles sin embargo, en vez de pagarles para que se quedaran en tu mesa, lo que querías era pagarles para…quitártelas de encima; ya que sobre todo Koriny era conflictiva y demasiado molesta; por lo que sin decir “agua va” te soltaba putazos, arañazos y jalones de pelo (¡!). De hecho, ella fue la responsable que una noche que se encontraba en su apogeo, concluyera de súbito cuándo recibí de su parte un golpe en el rostro; al momento que ésta intentaba pegarle a un cliente, el cuál había rechazado besarla en la boca.

Chantal (¡sí, esa señora gorda con labio leporino y súper alcohólica!), cayó a ese tugurio a seguir exhibiéndose de la peor manera posible. Cuándo me la volví a encontrar, ella aseguró reconocerme. Considerando su alarmante nivel etílico, tengo la ligera sospecha que estaba mintiendo. Esa noche, terminé con un inolcutable chupetón en el cuello que duró por varios días, cómo premio.

Y así se seguía topando uno con extranjeras vulgares, mujeres decadentes, jóvenes avorazadas y más. ¡Puaj!

Justo ahí dónde descubrí en definitiva que sí me interesaba Bárbara, cuándo una boletera me daba una noticia que pareció cómo balde de agua fría: Bárbara había dejado de trabajar ahí y no sabía cuál era su nuevo lugar de trabajo. De hecho, la acompañó en el éxodo, parte de la “legión extranjera” de La Corbata.

Esa noticia que la boletera decía parcamente, a mí sí me movió.

Al parecer era sólo cuestión de resignación lo que me hacía falta para afrontarlo.

Así que, aquella noche que la vi en la pista de El Escándalo, el corazón se aceleró, los ojos sólo tenían una dirección que era hacia ella, los músculos se tensaron, las palabras no brotaron, la mente se nubló. Y esto se acrecentó cuándo terminada su presentación, lo primero que realizó fue dirigirse a mi mesa y saludar (con todo y su caracteristico acento caribeño) en un tono entre bromista, amistoso, coqueto e intimidante.

Ahí empezó una nueva historia.

Podría decir que descubrí otro secreto de Alexandra la cuál había sido testigo de mi saludo con Bárbara: Alexandra no sólo era celosa, sino que si se lo proponía podía ser también una hija de puta.

miércoles, 26 de marzo de 2008

NOCHE 13 - DESCENSO A INFIERNILLOS LÚBRICOS.

Reconozco que entré tarde al mundillo intoxicante del table dance. De hecho, rara vez tomo alcohol en abundancia, reviento cómo marrano y me prendo más de la cuenta. Pero para celebrar mi cumpleaños 22, iba llegar el momento de conocerlo. Tenebrosa cueva que se encuentra al final de un callejón mal iluminado, que ostenta una famita de poder terminar sin billetera, el higado atrofiado o con un par de balazos apenas se cruza la puerta trasera simplemente por estar en el momento equivocado entre la gente que uno no quisiera toparse, mucho menos tener de amiga; nivel de prestigio equivalente a su densidad: La Corbata era el lugar indicado.

La Corbata era un antro naco. Quizás nunca entraría a un club fino para ejecutivos pero por lo menos en todos aquellos con luz fosforescente morada y decoración de mal gusto que conocería a partir de ese momento, me conocerían y atenderían bien.

Pequeño, con un ambiente entre lo kitsch y lo folclórico y una extensa plantilla conformada en su mayoría por centroamericanas ilegales, señoras gatonas, jóvenes descaradamente putas; y en su minoría atractivas mujeres sudamericanas con harta onda (de hecho gran parte del atractivo lugar, recaía en una súper-ultra-turbo-espectacular chica venezolana llamada KIMMEL); La Corbata era de esos antros que sí te ponían, cumbia alucinante, hip hop infecto, salsa para eventualmente bailar muy pegadito con la chica en turno y canciones cursis-cursis; mientras percibías un trato “familiar” de todo pinche mundo. Vamos, con esas características, en La Corbata te divertías sí o sí. Por ende, le perdí el asquito a asistir y al rato estaba cabrón que me sacaran ¡Ups!

Sin embargo, al conocer a Alexandra, abandoné súbita e ingratamente a La Corbata. Y sí el lugar me había adoptado cómo uno más de los suyos; sentía que era mi obligación reconciliarme con él. ¡Vaya decepción! La magía de La Corbata se perdió; el lugar se había vuelto un congal, pero ya no rifaba cómo antes. Vaya, ya ni te trataban como en tu casa. Y eso, sí calaba.


La opción más viable para sobrevivir a la infamia, era pedirle a un mesero que me llevara a una chica a mi mesa. Así de fácil. Pero siempre existió un pequeño problema al respecto: tenía la teoría de que si pedía a una chica, me terminarían trayendo a un perrito para que me diera la patita y sinceramente eso no me prendía nada, por lo que no acostumbraba ese recurso.

Además, también influía en mi decisión la regla # 11 del table dance:

- “EN EL TABLE DANCE, LA MAYORÍA DE LAS CHICAS NO TIENEN NI ESTILO NI EL TACTO NECESARIO PARA SU TRABAJO”. Si se solicita una chica, va implícito que se le llamó por algo y aunque no se está obligado a pagarle nada si no es convincente su compañía; esa falta de “feeling” hace que casi nadie oculte su impaciencia hasta que se le demuestre por qué está sentada con uno. Así que ¿para qué demonios se quiere tener al lado a una chica de esa forma? Tener a alguien que te llevaron a tu mesa, es súper incomodo: después de que ella se presenta y uno hace lo propio, no hay conversación alguna, sólo preguntas intrascendentes acompañadas por largos silencios:

- ¿Cómo va el trabajo?

- “Pues medio flojo, ¿eh? ¿Y ya habías venido?”

- Sí, llevo un par de meses viniendo. ¿Y ya bailaste?

- “No, todavía faltan como cuatro chavas antes que yo…. Por cierto ¿cómo me dijiste que te llamas?”

Así, hasta que se escucha la inminente pregunta: “Oye, ¿me invitas un tequila?”

Por todo ello, prefería que fueran ellas la que decidieran si yo les interesaba cómo cliente o no. Que en su recorrido, entre el grupo de oficinistas, el tipo medio alcoholizado, aquel otro de mala fama por propasarse con la que se dejara y el tipo que acababa de entrar al antro y que todas consideraban, estaba guapo; yo pudiera ser una buena opción. Por supuesto, el objetivo para ellas, seguía siendo el mismo: conseguir la mayor cantidad de alcohol posible; pero su actitud cambiaba drásticamente y se mostraban como tal cual eran. Era el momento perfecto para saber si se acababa de conocer a una “Starlet” o tal vez a una “Guilty Pleasure”. Ahora sí, llegaban con todo; cómo si les hubieran dicho que ese, era el último día que trabajaban; llegaban a arrasar, a dejar en claro que eran tan especiales, que para tenerlas ahí era obligatorio empeñar hasta a los amigos.

Ahora bien, esto también se aplicaba al otro lado de la moneda: cuándo la gerencia del lugar o un mesero a modo de “comité de recepción” endilga a una chica. Es un secreto a voces la regla #9 “EN EL TABLE DANCE, UNO NO SÓLO ES UN SIMPLE CLIENTE, TAMBIÉN ES UNA PRESA SEGURA”. Así que todos harán lo posible para que uno se quede acompañado toda su estancia, se gaste lo que ni se tenía contemplado y que se vea bonita hasta a la vieja más fea.

A la (muy probable) fallida bienvenida, le vendrá la imposición de otra y otra fichera hasta que tarde o temprano se pesque el anzuelo. Si uno al final no lo hizo, ya verán cómo conseguir lo más cercano: cobrar una cerveza de más, presionar con esa plaga conocida como boleteras, sacarse de la manga un chingo de impuestos y servicios (es un hecho comprobado que –técnicamente– en una visita a un table dance, se termina pagando dos cuentas: la “real” y la “pirata”, aquella que contiene el famoso –¿o deberé de escribir, infame?– 15% de IVA más esa propina cuasi clandestina del 10% del total de la cuenta que prácticamente exige el mesero; eso sin contar que toda esa pandilla de sub-empleados te pide algo; desde el encargado de “supervisar” los ticket tables, hasta el tipo que te da el papel en el baño. Y cuidado de no dar lo suficiente –o mejor dicho, lo que ellos creen que es suficiente–,a no ser que se quiera escuchar un “¡Uy! ¿A poco te atendí tan mal?” o un abusivo “Pues si es propina, no limosna”. O sea, intacto no se sale de ahí).


El hecho es que todos estos preceptos, esa ocasión valieron madres. (¡Juaaaa, toda ésta pinche vuelta para llegar a esto!). Reventé y no pude más. Me quise arriesgar y solicité a un mesero que me trajera a una chica, la que fuera, la primera que él viera estuviera desocupada, la que él considerara conveniente para mí.

Y repentinamente, llegó ella. Esa noche fortuitamente conocería a Bárbara.

martes, 25 de marzo de 2008

NOCHE 12 - "BUT I'M A CREEP. I'M A WEIRDO. WHAT THE HELL AM I DOIN' HERE?".

Había conocido a Alexandra y todo pinche mundo en El Escándalo me ubicaba.

Ahora bien ¿por qué desistí en proponerle grabarle? Eventualmente, conocí su secreto.

A través de los meses, los motivos para hacer “Noche Efímera” mutaron: empezó siendo un registro antropológico y sociológico de un entorno estigmatizado ciega e ignorantemente, que según yo, necesitaba ser conocido bajo otra perspectiva para posteriormente ser valorado en su justa medida; pasó a una indagación para saber del “personaje” del que se apropian estas mujeres; “la femme fatale”, “la lolita”, “la ninfomana ” o “la mujer misteriosa”. E inevitablemente terminó por convertirse en una obsesiva necesidad de conocer a la “persona” y su vida privada.

Por ende, andar agarrando nalgas, metiendo dedos en vaginas, chupando senos, besando a la que se dejara y tratando a todas cómo viles putas, nunca fue lo mío. Curiosamente, en no pocas ocasiones, fueron ellas mismas las que me cuestionaron por qué no me atrevía o animaba a tocarlas.

Será porque lo que a mí me interesaba era observar cada y uno de los detalles que se gestaban por mínimos que fueran estos: el grotesco y misógino desfile de las chicas en la(s) pista(s) al iniciar la jornada cómo si estuvieran exhibiendo carne; el cliente con altos grados etílicos en la sangre, peleando con el capitán del lugar negándose a pagar su cuenta alegando que le han cobrado de más; el caótico tránsito de mujeres por los pasillos del lugar; la boletera a la cuál le ha llamado la atención el gerente porque no está atenta en hacer bien su trabajo; la joven que revela su pudor, cuándo pide que bajen las luces lo más posible al momento de su desnudo…

El pasar varias horas hasta que el amanecer me alcanzara, sentado, tomando una, dos, tres, cuatro cervezas (o las que el cuerpo y el bolsillo aguantaran); seguramente teniendo a “Enjoy the Silence” de Depeche Mode o “Goodbye Horses” de Q. Lazzarus de fondo, mientras que las luces estroboscopicas hacían su función de alterar los sentidos; servía para documentarme cómo Dios manda y hasta me daba oportunidad de andar de ocioso haciendo estúpidas preguntas cómo por ejemplo:

- ¿Quién es la mujer con el nombre (o mejor dicho, seudónimo) más extravagante (por no decir, más presuntuoso)? Ahí están peleándose el título Ameyali, Beyonce, Caricia, Celeste, Charlotte, Damian, Danger, Dangina, Fanny, Galaxia, Halloween (¿?), Ileyan, Jordan, Karuna, Loreto, Lynn, Matrix, Maxine, Mistique, Mónaco, Montana, Ninfa, Nirvana, Sakura, Suleika o Tequila (¡En serio, existen jóvenes a las cuáles no les importa qué tan naco pueda escucharse y se hacen llamar así!).

- ¿Cuáles son los nombres que con más frecuencia se repiten? Probablemente el plenilunio depare destinos insospechados, probablemente no. Posiblemente se labre un futuro, posiblemente de forma inexonerable, no. Sin embargo, ineluctablemente uno se topará a través de unas cuantas horas, con mujeres con nombres convertidos en lugares comunes cómo Allison, Anahi, Azul, Brisa, Dafne, Jessica, Lluvia, Perla, Shakira, Sharon, Vanesa y Yadhira.

- ¿Cuáles son los vestuarios o disfraces elegidos por las damas, que más rifan y cuáles son los más gachitos? Definitivamente vestirse de enfermera siempre será más efectivo que toda clase de palabras cochinotas susurradas al oído. También el combo lencería de encaje + plataformas extremadamente altas puede estimular para que los niveles de testosterona, se eleven. Ya cómo fetiche personal siempre estuvo el look de secretaria ejecutiva que la neta jala greña: lentes, adornito en el cuello, brassiere, faldita y tacones. ¡Uhu, que viva el look de secretaria!


Por otra parte, sigo sin comprender por qué a todo mundo le mata ver viejas disfrazadas de vaquerita, policía, bombero o de edecan de automovilismo. ¿Quién demonios les dijo que se podían ver interesantes con esos uniformes? Chicas, dejen de ponerse esos horribles trajes completos pegados al cuerpo y ya, todos contentos.

- ¿Qué canción debería de estar prohibida en estos lugares? “Creep” de Radiohead. O sea, la rola es muy buena, funciona perfectamente para quitarse la ropa y seguramente Thom Yorke recibirá el cielo por haberla compuesto; pero ¿qué pinche necesidad de quemarla de esa manera? Y es que habiendo tantas y tantas buenas canciones, todas, sin excepción, al menos una vez la han utilizado; cómo si representara una democratización: se puede escuchar desde el antro más elitista hasta en el congal más infecto. Además, siempre he tenido la misma duda: ¿las chicas sabrán el significado de la letra y eso es lo que las une? ¿Pensarán ingenuamente que es la quinta esencia de la sofisticación? ¿Entenderán que la canción habla de perdedores y en realidad es demasiado pesimista?

- ¿Cuál es el peor elemento en la decoración existente que uno puede apreciar? Estoy en una disyuntiva: si en la entrada de un antro te recibe una marquesina con un letrero que reza “EL LUGAR CON CLASE”, bajas la mirada y lo primero que ves, es una tosca figura de un tigre blanco; sabes por lo menos una cosa; entrar ahí es ateniéndote a las consecuencias. Ese momento totalmente sui generis, el cuál se podía apreciar en el MIROG, compite contra la correspondiente horrible efigie de un perro dálmata de LA CORBATA (¿?), el altar churrigueresco de La Tentación y la estorbosa plataforma en forma de diamante en medio de plena pista del QUEENS PABELLÓN COPILCO.

Historias nacían, crecían, se reproducían y morían en mi mesa. Y ese ciclo me servía para clasificar y catalogar a las chicas del lugar. Vamos, realizar una cosmografía del mismo, para saber posteriormente a quiénes convenía dirigirles la palabra y con quiénes era mejor ni intentarlo. Hecha la disección, conocí que existen principalmente tres grupos bien definidos que dominan el territorio:

- “LAS DIVAS” – Ellas no buscan clientes de mesa en mesa, tú eres el que debes de buscarlas y solicitarlas…con el riesgo de ser objeto del desaire despiadado. Féminas extranjeras (y en menor medida nacionales) excesivamente operadas o con cuerpos (casi) perfectos que disfrutan ser observadas y deseadas, no por nada son las “femmes fatales” por antonomasia; aquellas que se distinguen porque en la pista, están más preocupadas en verse al espejo más cercano o buscando un cómplice que se derrita cual hielo ante sus pies para así sentirse cachondas; que en bailar.

- “LAS STARLETS” – El contingente más nutrido del lugar. Básicamente son las chavas más accesibles y las menos prejuiciosas. O sea, el mero buen pedo. Son aquellas que te pueden dejar con la boca abierta con una presentación impredecible y una selección musical súper original; las responsables que puedas hablar amenamente sin que te des cuenta que han pasado varias horas desde que llegaron a tu mesa; las personas que demuestran que hasta encuerarse, acompañar a un grupo de monos y platicar tiene su chiste y que mucho consiste en el estilo y la actitud.

- “LA ESCORIA” – Alcohólicas y/o drogadictas, promiscuas, abusivas, vulgares, ex – vedettes en desgracia, decadentes, en muchos casos “wannabe” (entiéndase con esto, aquellas que viven y trabajan para rendirle culto y tributo a lo inauténtico); mujeres que en términos estéticos tienen físicos diametralmente opuestos a los ideales y estándares de belleza impuestos por el table dance; en menor medida, “has been” con cuerpos dónde el tiempo ha cobrado factura y la fama las abandonó; tendientes todas ellas a brindar shows ofensivos al buen gusto: algunas, parecen más, que están resolviendo ecuaciones matemáticas porque su mente y su cuerpo están en lugares distintos; otras hacen actos aburridísimos acompañadas por canciones en sus versiones remix horribles y eternos (Zzzzz…) y unas cuantas más provocan el mero humor involuntario por su torpeza. Cualquier semejanza con Esmeralda NO es mera coincidencia.

- Y en medio de las “Starlets” y “La Escoria”; se forma una sub categoría que se podría definir como “GUILTY PLEASURES”: no son bellezas impresionantes, tampoco son esperpentos; simplemente tienen su lado encantador muy particular por lo que no son para todos los gustos. Xavier Velasco, en su libro “Luna Llena en las Rocas: Crónicas de Antronautas y Licántropos”; escribió al respecto, una definición que me fascinó: “...son aquellas cuya exótica hermosura se ríe de la perfección; y es más: sus imperfecciones, de por sí ajenas a la asepsia común del Factor Barbie, son el magneto fatal que les da misteriosos poderes sobre aquellos que aprecian cuanto es único. Mujeres asimétricas, desdeñosas del modelo o desdeñadas por él, cuya sensualidad vive unas millas más allá o más acá de las muecas fenicias que dan al Factor Barbie la espontaneidad propia de un infomercial. Mujeres que jamás se sientieron beldades, pero igual se sentí
an seductoras. Mujeres cazadoras, amazonas vampíricas, chicas acaudaladas de experiencia y olvidadizas de toda parvulez...”(1).

Por supuesto, ni todas las “Divas” son inalcanzables, ni todas las “Starlets” son la buena onda en persona, ni todas las que integran “La Escoria” son nefastas. Todo depende del tacto con la que uno se conduzca… y la suerte que se tenga.

Técnicamente, existe una clasificación “oficial” que coloca, según el criterio de los dueños, en diferentes “niveles” a éstas muchachas, dependiendo de su físico (y en algunas ocasiones, por su nacionalidad). Obviamente el “Primer Nivel” corresponde a mujeres argentinas, brasileñas, checas, croatas y una que otra mexicana de físico espectacular y que por ende, tienen mejores sueldos y mayores privilegios; así hasta llegar a las que son consideradas “De Piso” o “De Salón”o sea, que ni siquiera tienen el derecho de bailar y en algunos casos deben de trabajar doble turno por bajos sueldos. Hay lugares en los que exclusivamente trabajan chicas de cierto “nivel”. Por ejemplo, las del “Primer Nivel”, sobre todo se encuentran en los “trendy” y…
¡tómala, ya me desvié demasiado del punto!

El entrometerme en los respectivos dramas de estas mujeres; me llevó a escuchar azarosamente, pizcas de temas cómo: lo agobiante de su presente, la imposibilidad de ocultar su pasado que las condujo a trabajar ahí y la incertidumbre por su futuro. Sin embargo, pesaba más la desconfianza, el hermetismo, la prudencia. El ambiente obvia y notoriamente las maleó, les endureció el carácter, las hizo inexpresivas.

Así que, mi afán de acercarme con ellas fue a base de preguntas cómo ¿Qué me cuentas? o ¿Qué hay de nuevo? A pesar de lo sincero de las preguntas; la reacción natural de ellas era desconcertarse cómo si les hubiera dicho Quiero olerte las axilas, viéndome como si las hubiera humillando y su respuesta se limitaba a “Nada ¿qué quieres que te diga?” o “¿Qué quieres saber?”en un tono serio o con una alta carga de sarcasmo.

Por consiguiente, así descubrí el camuflaje de Alexandra: la rebeldía que destilaba, la actitud que despedía, la vestimenta que portaba, la música con la que gozaba prender fuego a la pista; la promiscuidad que presumía, la vulgaridad de la que alardeaba y la desfachatez que soltaba, sólo eran escudos.

En realidad, tenía cada quincena frente a mí, a una joven que necesitaba confesar en un estado vulnerable su tristeza, porque después de pasar la mitad del día en una actividad endiabladamente sofocante, pasaba el resto dormida así como cumpliendo sus funciones de madre soltera y ama de casa. Vamos, Alexandra prácticamente no tenía vida.

Pero entonces ¿para qué pregonarlo para que uno se enterara y simultaneamente negar contar de más?

Me explico: no tardé mucho en saber que tenía un hijo llamado ULISES, el cuál sufría déficit de atención y haciendo cálculos, ella lo tuvo por ahí de los 16 años; producto de una relación fallida. Era de Monterrey, Nuevo León, en realidad su nombre era SANDRA y al momento de conocerla tenía 25 y su hijo 9. Su desencanto consistía en pensar la imposibilidad de estudiar una carrera universitaria y que su rutina la llevaba del trabajo a la casa y viceversa, así sucesivamente.

El hecho, es que al estar consciente de su situación, al preguntar ¿Qué me cuentas? no era para intentar hacerla sentir mal, sino porque en realidad estaba interesado en saber de ella. Pero al parecer, eso ella nunca lo entendio. Reitero, la constante era regurgitar su presente cada vez que se daba la oportunidad, pero siempre consciente de no revelar más de lo necesario, cambiando mejor abruptamente la conversación.

Debo de confesar mi desánimo por las escuetas respuestas que escuchaba. Notaba aparte, que cada vez que asistía a El Escándalo, todo empezaba muy bien y me la pasaba bomba, pero paulatinamente me aburría cantidad, porque no tenía gran tema de conversación con Alexandra. Soy malísimo con las bromas y los chistes porque mi humor es demasiado nerd, mi petulancia me invade y porque yo iba por un objetivo en particular.

Éste sentimiento se acentuó la penúltima vez que asistí a El Escándalo. Esa fatídica noche mientras que estaba acompañado, una vez más por Alexandra, acepté finalmente después de escucharla, que el paso lógico era olvidarla; decisión que coincidió con una vuelta de tuerca a todo lo planteado hasta éste punto. No había existido ningún sobresalto; hasta que en el escenario vi a un par de mujeres de reciente ingreso en el lugar.

Una era SABRINA, una atractiva pero arrogante muchacha rubia, la cuál siempre andaba saltando de La Corbata a El Escándalo y viceversa aunque finalmente había optado por establecerse en el segundo local.

Pero me inquietaba saber que al cruzar miradas con la otra mujer; ella, demasiado alta, de tez morena clara, rostro angelical, cabello largo, ondulado y negro; senos discretos, amplias caderas, trasero prominente y con dos tatuajes sobresaliendo en su cuerpo (uno con la figura de un dragón y dos caracteres chinos alrededor en el hombro derecho y otro en forma de grecas en la cintura); ésta me reconoció y me sonrió.

Me percaté entonces, que frente a mí estaba sorpresivamente ella. Esa noche volví a ver a BÁRBARA.






(1) Xavier Velasco - Mamazonas a Galope, incluido en “Luna Llena en las Rocas: Crónicas de Antronautas y Licántropos”; Pág. 74. Editorial Alfaguara, 2007.

NOCHE 11 - CÓMO CONVERTIRSE EN CELEBRIDAD SIENDO TESTIGO ANÓNIMO EN SÓLO CINCO NOCHES.

Se me haría absurdo e inútil, detallar cada una de las veces que me encontré a Alexandra después de esa noche, contar cuántas copas le pagué, relatar qué es lo qué hacía en zona de ticket table (¡!), confesar en cuántas ocasiones me emocioné por verla arriba del escenario y en cuántas me cuestioné si en realidad estaba o no interesado en ella.

Así que, aquí es pertinente hacer otro paréntesis. Nunca me percaté cuándo sucedió, pero el hecho es que súbitamente, todo pinche mundo me ubicaba y sabía que iba única y exclusivamente a ver a Alexandra. ¡Chale, chale, chale! ¿Qué es lo que había hecho para que entre el putero de banda que solicitaba a Alexandra todas las noches, yo no hubiera pasado desapercibido y para que de repente, los gerentes, los meseros, boleteras cómo ERICKA o BERENICE, el resto de las chicas cómo GINEBRA (una joven “wannabe” cuyo tinte de cabello rubio siendo ella exageradamente morena era tan ruidoso cómo una palmera en plena tundra) o ABIGAIL (una señora de malos modales y de sensualidad anodina); y hasta GERARDO (el taxista que recogía y llevaba a su casa a Alexandra), me conocieran bien con tan sólo un puñado de ocasiones que habia asistido?

El tiempo disiparía la duda del por qué ahora era conocido cómo “El Novio de Alexandra” (¿?).

Por el otro lado, no tuve ni el valor ni las ganas de preguntarle si algún día podría entrevistarla. ¿La razón? Eventualmente conocí su secreto: después de todo, su rebeldía era sólo un disfraz.

domingo, 23 de marzo de 2008

NOCHE 10 - TAN LEJOS, TAN CERCA.

Debo de reconocer que toparme nuevamente con Alexandra me llevó más días de los previstos. Cuestión de suerte, supongo.

Pero la ocasión se presentó un día inesperado. Ahí estaba, ataviada totalmente de negro, dándose a notar, siendo, faltaba más, la sensación de la ficción exigua. Era momento pues, de poner la mente clara, el objetivo en foco y tener nervios de acero.

Pero cualquier estrategia fue inútil. Llegó, se plantó frente a mí, con las dos manos en la cintura, una risa coqueta, una mirada intimidante y una pose atractiva. Su primera frase fue “¿Por qué no me hablaste mi flaquito?”

O sea, había pasado más de un mes desde que la conocí y me dio su teléfono, no la había vuelto a ver desde ese entonces, era uno más entre el mar de pelados que diariamente Alexandra conocía y debía de tratar, habían pasado ya varias noches de alcohol, desveladas, bailes excesivos, encuentros en zona de ticket table…y uno que otro privado. Y a pesar de todo ello me recordó.

viernes, 21 de marzo de 2008

NOCHE 09 - SOLAMENTE ERA GLAM DE IMITACIÓN.

De acuerdo, me habían quitado La Tentación.

No todo estaba perdido. Era momento de buscar nuevos horizontes, ricos en historias y pródigos en emociones, así como otros destinos accesibles para el bolsillo, resignándome un poco.

El resultado: un fracaso total.

CRAZY BODIES estaba bien aburrido.



TAHITI era súper mamón.



ANTRAX estaba bien mafufo.

Pero las cosas no podían estar tan mal. Yo estaba convencido de eso. Y vaya, hasta eso no estuve tan equivocado. Así que mi salvación, quizá, se encontraba en el “nuevo” local a lado de La Tentación.

La (pequeña) época de EL ESCÁNDALO había comenzado.

Cuál iba a ser mi sorpresa al llegar y enterarme que en realidad El Escándalo era una subsidiaria de La Tentación en plan “pirata”.

Me explico: El Escándalo, se había abierto de emergencia ante el cierre de La Tentación, pero bajo condiciones más que cuestionables. Es más, yo manejo la teoría de que el lugar ya existía en una versión súper secreta, sólo para gente exclusiva, invitados y amigos, porque era mucha casualidad que en tan pocos días, ya estuviera armada toda la infraestructura a la perfección. Por eso no era raro, que afuera del lugar, el cuál parecía que estaba cerrado, sólo hubiera dos pelados, los cuáles sin muchos aspavientos, te invitaban a entrar y si aceptabas te metían rápidamente por lo que era la salida de emergencia. También, si uno era atento podía notar que en la cuenta venía el nombre de un salón de salsa. Y así, surgían ese tipo de detallitos.

No sé. A pesar del aire de clandestinidad; El Escándalo me prendía mil veces más que La Tentación.

La Tentación a pesar de sus dos pistas, dos niveles y una extensa selección de mujeres; nunca dejó de ser un antro que sólo vendía “posh virtual” y uno recibía a cambio un trato impersonal y un ambiente mezquino.

En cambio El Escándalo, en sus escasos meses de vida, me latía por qué era más pequeño, más cómodo, más relajado, más hospitalario. Tenía una pequeña pista que se podía apreciar en su totalidad. El sonido no estaba tan saturado, su iluminación no consistía en neón de varios colores que da la sensación de estar en penumbras y luces estroboscópicas mareantes, sino luces tenues y agradables y uno no sentía esa inistencia de todos sus involucrados de presumir una exquisitez inexistente. Nada como la zona de ticket table para entender el por qué era imposible y hasta absurdo que a uno se le intentará restregar dicha exclusividad: al igual que con su antecesor, la privacidad era sólo una falacia; un grupo de hombres y mujeres en tránsito continuo, parejas pegadas unas con otras expuestas a la mirada de todo aquel que no estuviera dentro de la ficción. Uno, ya involucrado en la misma, debía de decirle adiós a las inhibiciones y volverse parte de un todo; humores, fluidos corporales y perversiones colectivas incluido, con la única diferencia de que si en el primero uno lo hacía sentado en una silla; ahora lo hacía recostado en unos sillones (“¡Ahhhh! ¿Ya de plano? El tipo que se encuentra a mi lado izquierdo, estaba acompañado por sólo una chica y ahora a la mitad de la canción se les ha unido una segunda muchacha, aunque ambas se notan más bien tímidas. Será porque el amigo japonés de éste cliente, sacó un gran fajo de billetes y prácticamente obligó a la segunda a participar en el juego. / ¡Por Dios, es la novena vez en menos de media hora, que veo a la voluptuosa chica extranjera que está hasta el extremo derecho del sillón, llegar con un nuevo cliente! ¿No se cansa? ¿No estará fastidiada? A mí en lo particular ya me dio asco. / ¡Uy, la chica con la que estoy acompañado, ya se dio cuenta de lo distraído que ando; y cómo desea que mi atención regrese a ella, se ha subido al sillón y ha puesto su vagina a la altura de mi rostro!).

También tenía una ventaja: la plantilla estaba conformada prácticamente por las mismas chicas. Así que ahí, tarde o temprano, me iba a topar con Alexandra.

NOCHE 08 - RÉQUIEM PARA EL SENTIDO LÚDICO.

Habían pasado un par de semanas desde que conocí a Alexandra y seguía dudando en hablarle o no por teléfono.

(¿Le hablo? ¿Se acordará de mí? ¿Y si le propongo entrevistarla? Digo, un personaje cómo ella es digna de ser filmado. ¿Me habrá dado su telefóno verdadero?)

Nunca me atreví a hablarle, ni para bien ni para mal.

Diría que hasta aquí, es la primera parte de la historia.

Justamente aquí es dónde cabe un paréntesis que está relacionado directamente con el temporal cierre de La Tentación, un infructuoso recorrido conociendo otros lugares y la posterior apertura de un nuevo antro que revolucionaría todo.

Resulta que la Delegada de Miguel Hidalgo, Gabriela Cuevas, vino a bien, empezar una cruzada contra bares de mala muerte, tugurios rascuaches, establecimientos pecaminosos y locales de dudosa reputación. Y La Tentación estaba en la mira.

Al parecer, La Tentación reprobaba en protección civil y sopetecientas normas de seguridad más. Y claro, de paso se hallaron mujeres ilegales y/o menores de edad laborando.

El pedo es que La Tentación estaba cerrado indefinidamente.

La noticia resultó un putazo en la cara.

¿Adiós a las cubetas con seis cervezas a precios módicos?

¿Adiós a los ticket table al 2X1?

¿Adiós a los sábados de promociones y regalos?

¿Adiós a los jueves de “colegialas”?

¿Adiós a los valet parking cábulas?

¿Adiós a las boleteras buen pedo?

Y sobre todo... ¿adiós a Alexandra?

Por lo pronto, parecía que sí.

domingo, 16 de marzo de 2008

NOCHE 07 - SI TUVIERA UN TUMOR LO LLAMARÍA ALEXANDRA.














- Está loca.

- Es alcohólica y drogadicta.

- Es convenenciera.

- Es harto conflictiva con la clientela, compañeras y la gerencia. De hecho puede llegar a los insultos de la peor ralea y a los golpes despiadados, por lo que no han sido pocas las ocasiones que ha sido suspendida.

- Es súper posesiva y celosa.

- No duda en ser puta cuándo la ocasión se presenta.

- No es muy bonita. Y tampoco está buenota.

- No baila nada. Es cierto que en su presentaciones saca chispas pero lo que ella hace no se le puede llamar bailar. A lo mucho se le puede llamar “performance”.

- Es más naca que ponerle una playera de Snoopy al asiento del coche.

- Tiene un aroma personal penetrante.

- Ya en estado de ebriedad severa, te puede rechazar, gritar, mentar madres, o burlarse sutilmente de ti.

- En el área de ticket table es súper atascada.

- Es mediocre e ignorante. Ni modo.

- He gastado mucho dinero en ella.

- No tiene caso hablarle por teléfono.

- Sé que no voy a ganar nada con ella.

- Para ella sólo soy un cliente. Conocido y consentido pero cliente al fin y al cabo.

- Me hacen daño sus (vacuas) palabras de cariño.

- Mi dignidad no sirve para nada frente a ella. Mi fuerza de voluntad menos.

- Una de las razones de escribir este blog es por ella.

Sí, todo esto es cierto. Lo acepto. Pero a pesar de todo ello, Alexandra significa algo para mí. Punto. Ya lo escribí. Y no me retracto (12 de Agosto del 2007).

NOCHE 06 - OLFATO MALIGNO PARA ENCONTRAR MUSAS DE OCASIÓN.

No llevaba tanto asistiendo a éste tipo de lugares y ya había oído de una suerte de leyenda urbana: eventualmente los clientes de La Tentación, conocian a una chica que se distinguía fácilmente del resto. Su nombre: Alexandra.

Pero ¿qué demonios hacía especial a Alexandra? ¿Por qué era la sensación del lugar? ¿En qué se basaba su famita?

No, no era el físico: joven, blanca, cara ovalada, alta, cabello lacio muy negro más abajo de los hombros y poco voluptuosa. Vamos, no tenía a los hombres babeando por su belleza. Reitero, no tenía nada que ver su físico.

Su popularidad residía en su personalidad. Era el hecho de toparse con una chica con su vestuario todo rasgado y/o deshilachado prácticamente siempre en prominente color negro (ya sea su top acompañado de una falda con crinolina o unos shorts de mezclilla); portando pulseras y collares con estoperoles; y ostentando eternamente un par de distintivas y apabullantes botas y que al subir al escenario, no lo hacía al ritmo ni de reggaeton cutre, ni de pyscho chafita, ni de pop cursi; sino de metal-dark-punkoso todo atascadote (de “Te Quiero Puta” de Ramstein a “Maldito Sea Tu Nombre” de Los Ángeles del Infierno; de “Marijuana” de Brujería al cover de “Sweet Dreams” original de Eurythmics, hecho por Marilyn Manson); y en cuyas presentaciones parecía más que estaba en medio del “slam” o arriba de un concierto, con la única diferencia que en vez del “headbanging” o de alzar la mano haciendo la señal de “sexo, drogas y rock and roll” , ella se metía y sacaba botellas por la vagina, provocaba al público, embarraba fluidos íntimos al incauto que se dejara, se nalgueaba, se jalaba violentamente los senos, saltaba, se aventaba al suelo, jugaba con cadenas, gritaba, robaba y tomaba los tragos de clientes desprevenidos, se movía cómo si estuviera por algunos minutos poseída, giraba la cabeza por todas las direcciones posibles para ver la reacción de la gente y le encantaba cómo ésta, se encontraba atónita por lo que estaba viendo, se reía cómo enajenada, sacaba la lengua y terminaba triunfal su espectáculo.

Y abajo del escenario las cosas no cambiaban mucho que digamos. Desmadrosa, alcohólica, drogadicta, mal hablada, desinhibida. Y a su vez, amistosa, sencilla y simpática.

Esa era Alexandra.

No es de extrañar, por lo tanto, que era la más requerida de la noche. Aquella por la que no se dudaba en gastar toda la quincena. La única que recibía total atención en cada uno de sus presentaciones, concediéndole el derecho de subir a la pista principal sola para que hiciera su relajo completo. La única capaz de conseguir 40 copas de chingadazo, gracias a que su actitud y presencia imponian muy cabrón. Así que sus palabras no eran sugestiones...eran ordenes.

Vamos, era algo así cómo la “hija prodiga” de La Tentación y era la consentida del dueño del lugar; todas sus compañeras reconocieron su estilo, confesando que sólo ella podía hacer lo que hacía y hasta en otros table dance, la conocian y la envidiaban.

Debo de aceptar que el día que conocí a Alexandra y comprobé el mito, sí me sorprendió su exhibición llena de provocación, y consideré que su look reinaba en La Tentación; pero me cayó sumamente mal. No sé, tanta energía, tanto desenfado, no me atrajó como debía esperarse.

Sin embargo, una noche cualquiera en la cuál obtuve el privilegio de estar en una mesa que rodeaba la pista principal de La Tentación; un morbo recalcitrante, un arrojo kamikaze y una determinación impertinente precipitaron todo y me arrastraron a dirigirle la palabra, apenas advertí su presencia. De esa manera, firmé mi sentencia de muerte.


(¿Qué le habré dicho o qué no le habré dicho? ¿Qué hice o qué no hice ante ella? ¿Acaso importa eso en estos momentos? Tengo su teléfono y me invita a que le hable lo más pronto posible. Es cierto, mucho fue estrategia, pero es cierto que no a todos se los da).

Esa noche, caí rendido ante ella. Así de sencillo.

Para decirlo de otra manera: a partir de ese momento ir a La Tentación independientemente de “Noche Efímera”, era en función de ver a la que también era conocida como “La Rockerisima”.

viernes, 14 de marzo de 2008

NOCHE 05 - DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS DE UN VOUYERISTA.

Ok. Para resumir, sí, una noche con Esmeralda es la cosa más rara del mundo. Listo.

Ahora sí, tenía que concentrarme y pensar en los puntos a tratar en mi documental.

Por lo pronto no quería que fuera moralista y que reprobara que unas cuantas “chicas inocentes arrastradas por las circunstancias”, se quitan la ropa por dinero, mientras que “viejos sucios” las observan y manosean libidinosamente.

Tampoco deseaba que fuera sensacionalista y denunciara la explotación que reciben menores de edad y mujeres que residen ilegalmente el país, así como los negocios turbios que se manejan en las entrañas del lugar: prostitución, venta de alcohol adulterado, lavado de dinero, narcotráfico, sobornos, lugares con falta de seguridad y protección civil, permisos clandestinos para operación de establecimientos y un largo etcétera.

Cómo me parecía vil y cobarde, la explotación morbosa para regodearse en las miserias de estos personajes marginales, totalmente descartada quedaba esa opción.

Y mucho menos pretendía que fuera efectista y se viera en primer plano cómo alguien sacaba de su vagina un hielo y lo depositaba en un vaso sin la menor evidencia de remordimiento.

Para no volarme tanto, lo que pretendía era que aquel que viera “Noche Efímera”, oliera el particular aroma que se percibe desde los primeros segundos que se entra a un table dance: una inconfundible mezcla de sexo, feromonas, alcohol, cigarro, sudor y perfume corriente.

Que el público conociera a la chica más popular del lugar y su historia. Y también a todas las “Esmeralda” que pululan por allí y por allá, mendigando lo que sea. Y ¿por qué no? que viera quiénes son las personas que asisten puntualmente para gritar “¡Pelos, pelos!”. Igual se identificaba. Igual se sorprendía.

Que confirmara que en todos los table dance que existen, tanto las boleteras como los DJ’s son intercambiables. No tengo ni la menor puta idea del por qué; pero el hecho es que prácticamente todas las boleteras son idénticas físicamente (jóvenes, ligeramente pasadas de peso, estatura mediana y una timbre excesivamente chillón) y los DJ’s tienen el mismo tono engolado de voz y el mismo estilo para decir frases tan “inspiradas” cómo “…continuamos con Galilea en su momento a flor de piel...” o “…Pamela no se va a quitar la tanga si no le aplauden...”. Quizá yo nunca me enteré y sea requisito el físico para ellas y decir ese tipo de comentarios para ellos si se quiere trabajar ahí. O sea ¿A flor de piel?

Que el espectador apreciara lo naif de la decoración y también escuchara el pop de moda, teniendo una sorpresa musical (siempre hay una sorpresa musical) reservada al final; quizás italodisco bizarro o a lo mejor un clásico cómo “Lullaby” de The Cure o “Where is My Mind?” de los Pixies. Si uno cómo cliente, no sabe a bien que le depara la selección musical, mucho menos el espectador.

Quería hablar de la diversión que genera ir a un table dance, así como de la decepción que provoca que la joven que te prende no esté en tu mesa porque se encuentra ocupada. Del gusto que tiene esa chica porque se sabe deseada y le alza su vanidad, así como del sinsabor para otra, de toparse que las cosas no están funcionando cómo ella desea.

Mientras escribo esto, me doy cuenta de lo obvio que era mi propuesta.


Total, ególatramente tenía una ventaja: el haber pasado dos años estudiando la carrera de Realización Cinematográfica, agudizó mi capacidad de observación; más analítica y sagaz (Debo de registrar el mundo entero de un sólo reojo para que no se me escape ningún detalle por ínfimo que éste sea. / Atisbo por su mirada, que la chica con la que me topé rumbo al baño, carga un gran dolor. / Supongo que las intenciones del grupo de amigos que acaba de entrar son las de agarrar nalgas. / ¿Me conviene entablar una conversación con la mujer que acaba de sentarse en mi mesa? Digo, después de lo que expuso en la mesa contigua, quiero creer que en cinco minutos se acabará su bebida y no me dirá ni su nombre. No, mejor ni me arriesgo. / ¡Vaya! Al parecer el señor que se encuentra al fondo, está disfrutando demasiado el ticket table que acaba de pagar. Creo que ya es el quinto. Y la chica, en lo suyo, concentrada. Debería de haber un tratado metafísico que busque la verdad absoluta acerca del ticket table: ¿qué elementos debe de contener uno para que se pueda decir que es bueno y un cliente quede satisfecho? ¿Qué lleva a un hombre a gastar la quincena entera para que una chica en particular le restriegue su humanidad por un par de minutos? ¿Cuántos de los aquí presentes han sufrido eyaculación precoz o disfunción eréctil apenas la chica se sube en sus piernas? Ellas, en caso de que esto se presentara, ¿lo evidenciarían? / ¿Es mi imaginación, o es la tercera vez en una hora que el DJ pone “Hotel California” de The Eagles? / Esa tanga está a punto de caer y la chica del sinuoso y transpirado cuerpo sabe que su momento es ahora...) y de entendimiento (Atento. En cualquier momento, vendrá un haz de sutilezas, comentarios que se quieren subliminales y dobles sentidos dichos por ellas; y estoy obligado a captarlos con facilidad para descifrar el lenguaje y los códigos propios del recinto).

Éstas aptitudes fueron las responsables de las demasiadas experiencias vividas al interior de ese y otros table dance en los meses posteriores: la penosa noche que terminé completamente encuerado en medio de la pista por iniciativa de una repulsiva brasileña ya entrada en años; esa infame velada que súbitamente terminó cuándo fui golpeado en el rostro por una agresiva venezolana totalmente perdida en el alcohol; el pasar imperceptible del crepúsculo al amanecer con “Careless Whisper” de George Michael al fondo, contemplando el desfile de todo tipo de personas en mi mesa (altivas, agradables, acomplejadas, guapas, poco atractivas, fastidiosas, divertidas, inteligentes, jóvenes, viejas, cachondas, reacias, cínicas, promiscuas, sencillas, chismosas, discretas, femeninas con un aroma especial, descuidadas apestando a sudor…) y en toda clase de estados (borrachas, excesivamente drogadas, deprimidas, eufóricas, enojadas, preocupadas, alteradas…); las charlas que se quedaron en mero exordio cuándo advertí que le caí pésimo a algunas de ellas; la arritmia que caracterizó mis ridículos intentos de bailar salsa o pasito duranguense con ficheras que inoportunamente llegaron a mi mesa cuándo los primeros acordes de la canción se dejaban escuchar; los inmorales perreos que protagonicé con los que me sentí sucio a la mañana siguiente; ese engolosinamiento que me costó terminar debiendo dinero ante los ojos reprobatorios de la gerencia del lugar; la variedad de lugares que exploré cómo un cazador solitario ávido de lo inesperado; la zozobra provocada por un ticket table comprado al no saber si había pagado por lo memorable o lo innombrable; mi impotencia que permaneció indeleble un par de días por haber sido impunemente estafado; el hálito arrancado cuándo ellas me dedicaron espontáneamente su presentación; la noche y sus límitess que me ofrecieron amores improbables...

Lo que procedía entonces era sostener mis argumentos pragmáticamente; demostrando que lo dicho no sólo era una bola de tonterías.

Empero, en mi camino tuvo que atravesarse ALEXANDRA. Y a partir de ahí, ya nada fue igual.

NOCHE 04 - DAME UN SÓLO BESO QUE DURE MÁS QUE UNA MENTIRA.

Sin proponerselo, Esmeralda me había obsequiado la respuesta que yo andaba buscando.

No soy un experto, pero sí puedo presumir que le sé a esto del cine muy cabron. Así que en mi fase petulante de incipiente crítico de cine en medios electrónicos (todavía inofensivo, pero crítico al fin y al cabo); odio la última “olita” de documental mexicano. Así de sencillo. Siento que sí es LA tomada de pelo.

En general no me convence: “Niños de la Calle” (Eva Aridjis, 2002) es un maniqueo trabajo académico que se conforma en tratar de estudiar el fenómeno de la marginación, representado en la figura de cuatro niños de la calle; pero sin la posibilidad de aportar soluciones estructurales viables ni intervenir realmente en ellas.“Toro Negro” (Carlos Armella y Pedro González-Rubio, 2005) es por su parte, un pasivo trabajo acerca de Fernando Pacheco “El Negro” también apodado como “El Suicida”; un improvisado torero de feria en el sur del país; alcohólico, con serios problemas de violencia intrafamiliar con su esposa varios años mayor que él, segregado del grupo que se dedica a la tauromaquia en corridas ambulantes por ser considerado meramente un bufón para dicho arte y con varias aspiraciones al parecer irrealizables. A su vez la sobrevalorada “En el Hoyo” (Juan Carlos Rulfo, 2006) es una insustancial colección de viñetas y anécdotas protagonizadas por un puñado de los miles de obreros que trabajaron en la construcción del Segundo Piso del Periférico en la Ciudad de México. Mientras que “1973” (Antonino Isordia, 2002 - 2005) es un rosario de desgracias a las que se han visto arrastrados a través de su vida, tres personajes diametralmente opuestos pero que los une haber nacido en el año que indica el título; cómo si de un error de raíz se tratara.

A todas éstas (junto con gran parte del resto de la “olita”), las caracteriza una irresponsabilidad explotando las miserias humanas, el declive moral y el infortunio de sus personajes lumpenes, pero siempre vistas a distancia y con cierta condescendencia. Cine hecho por y para burgueses acerca de temas que no les atañe y ambientes que ni de lejos conocen. No es casualidad entonces, que no se les crea nada, de lo que se ve en pantalla.

Así que, con lo aprendido en los últimos años, en ésta fase, junto a la lúdica de consumir cómo enajenado todos los documentales que se me cruzaron en el camino; sabía por lo pronto, qué era lo que no quería del mío y qué era lo que debía de evitar a toda costa.




Un par de semanas después de haber visto cómo Esmeralda se derrumbaba una vez más, regresé a La Tentación.

Y ahí la veía. Intentando. Presumiéndose. Luciéndose. Pero el resultado seguía siendo el acostumbrado. Por ende, era de esperarse que tarde o temprano, ella se sentara en mi mesa.

Y llegó. A la fecha desconozco qué demonios se atravesó en mi cabeza en esos momentos, que acepté sin dudar que se quedara conmigo hasta el amanecer. Ahora que lo pienso, pudo ser que por primera vez preguntaba con un tono manierista “¿Puedo acompañarte?” Mmmmm… sí, quizá fue eso.

Debo de confesar que fueron unas horas entre bizarras y divertidas. Digo, sí fue muy gracioso ver la “personalidad múltiple” de Esmeralda. Primero se deshacía en halagos. Después sentía culpa por pedirme copas. Más tarde se deprimió porque al parecer su hermana YADHIRA (parentesco el cual nunca me quedó del todo claro: ella insistía cada vez que tenía oportunidad, que eran hermanastras, situación que se recalcaba porque no había parecido alguno: ni en facciones, ni en color de piel, ni en estatura, ni en complexión, ni en nada. O sea, con Yadhira sí te nacía decir orgullosamente “¡Merezco!”; pero es muy común en ese ambiente llamarse “prima” o “cuñada”, vaya a saber uno por qué; así que su fraternidad era en cierta manera dudosa); me conocía (pero yo no a ella).

Inmediatamente después, se encontraba, no enojada, sino franca y abiertamente encabronada, porque tuve el mal tino de regalarle un cigarro a una empleada.

Ya entre lo patético y lo vergonzoso, cada vez que le negaba una nueva copa, se iba indignada cómo si le hubiera dicho el peor insulto de su vida y después de su peregrinaje infructuoso, regresaba para ver si la perdonaba por su comportamiento y nuevamente la aceptaba. El colmo fue cuándo me exigió que no viera a ninguna otra persona. Todo era, reitero, muy divertido.

Pero por otro lado nuevamente ese sentimiento incomodo regresó. Entre el alcohol, entre el perreo, entre los chistes y sí, también entre las caricias, me percaté de algo que tenía en mis narices: lo único que necesitaba Esmeralda, era que alguien le brindara atención desinteresadamente y así se pudiera abrir.

Así supe que su nombre real era JACQUELINE. Su esposo la golpeaba y después la abandonó teniendo una relación autodestructiva y de dependencia con él. También conocí su situación económica, que cómo ya era de suponerse estaba del carajo, tomando en cuenta que debía de mantener a un hijo adolescente. Apenada confesaba que tenía que trabajar hasta los lunes. Para entender la magnitud del problema; trabajar un lunes es de las peores cosas que le pueden pasar a una teibolera. ¿Quién va un lunes a un table dance? Yo cometí un par de ocasiones el error de ir en lunes, y sí es súper decadentoso el ambiente.

Ahí estaba pues, protagonizando una de las tantas historias que se gestaban diariamente en La Tentación. Sentía que mi documental podía por lo pronto, ser sincero. La visión de un cliente que habla con conocimiento de causa. Un punto ganado. Un paso dado.

Esa noche, también originó otra cosa; el nombre definitivo para el proyecto, uno más ad hoc: “NOCHE EFIMERA”.

martes, 11 de marzo de 2008

NOCHE 03 - SU MISERIA FUE MI ALEGRÍA.

Siempre procuré no tratar a la teibolera, cómo tal, sino cómo persona, cómo mujer. Quizás ese fue el motivo por el que de forma involuntaria, rápidamente perdí el anonimato. Por supuesto, ese también fue el pretexto para mi fatídica debacle. Pero todo a su momento.

El hecho es que por ese sentimiento que me corroía cada vez que veía a Esmeralda, siempre le terminaba pagando una o dos cervezas. Y en vez de aprovechar agarrandole una nalga o pidiéndole (con toda la amabilidad posible, faltaba más) que se desabrochara la blusa para chuparle los senos, yo intentaba ofrecerle al menos diez minutos de respiro. Después de eso, la veía pararse de mi mesa para recorrer de una manera asombrosamente pertinaz pero infausta; todas, absolutamente todas las mesas existentes en el lugar.

Las primeras ocasiones era una pérdida total de tiempo (y de dinero). Pero conforme pasaron las semanas, logré obtener en alguna medida su confianza, soltándome cositas por allí y por allá de su vida privada. Aunque relacionarse con una persona cómo Esmeralda era complejo y desgastante. Ella ejemplificaba perfectamente del por qué el título provisional de mi documental hablaba de lo disoluto: cada noche con ella era volver a empezar, intentando que saliera momentáneamente de su trance etílico y de drogas químicas, sólo llegando al mismo punto siempre.

Una noche ya lejana; una palabra, un gesto, una caricia y la inercia me empujó a bailar con ella “The Scientist” de Coldplay teniendo sus brazos rodeandome el cuello (¿Qué hago aquí si a mí ni me gusta bailar?); mientras en la mesa aguardaba la segunda cerveza que le invité. De ahí, continuó su vía crucis por varias horas más, sin que nadie se animara a tenerla de compañía. Vaya, ni siquiera como objeto sexual.

Pasó su primer show. Vergonzoso.

Pasó el segundo. Peor.

Trató de agradar a todos. Fracasó.

Intentó acoplarse a sus compañeras. Una vez más, todas la rechazaron, hablaron mal de ella, consideraron que estaba loca y que era lesbiana porque cómo siempre a mitad de la noche le dio por querer besar a la primera compañera que se le pusiera enfrente.

Lastimeramente se colocó de rodillas inclinada en una mesa desocupada que se encontraba al fondo del lugar, para exhibirse a ver si alguien caía en la “trampa”.


No funcionó.

Cinco de la mañana y una jornada más Esmeralda, probó los sinsabores de ese mundillo turbio. Pero todavía quedaba algo más. Y eso a mí me servía.

CHANTAL, una de sus compañeras, le insistió que la acompañara a pescarse a dos jóvenes que al parecer se les había perdido el bar fresa de moda, porque su look no correspondía en lo absoluto con la gente rasposa que asiste a ver viejas encueradas.

Chantal tenía todas las de perder. Ya era una señora que rebasaba los 40, estaba gorda, usaba pelucas marca patito, ostentaba labio leporino, era prosaica y súper borracha. Si algún día vuelvo a ver a Chantal y está sobria, tendré que preocuparme demasiado.

Pero aún así, conseguía uno que otro cliente. Demostraba que no era imposible; que lo que se necesita en éste trabajo es actitud, aunque no te prenda mucho que digamos que todo pinche mundo te agarre la cola todos los días. Esmeralda no tenía actitud, y no hacía nada para cambiarlo; sólo hacía evidente que odiaba estar ahí.

Pero ahí la veía acompañando a Chantal, tratando de “atrapar” a los dos tipos. Chantal lo logró. Esmeralda…no.

Esmeralda ya se encontraba nuevamente en el rincón, sólo esperando a que la nombraran para ejecutar su tercer y último show. Infame cómo de costumbre.

Ahí cambió todo. Vi una historia. Vi a una mujer con la que sólo me quedó cuestionarme ¿Por qué demonios está aquí? ¿Qué la empuja a estar trabajando en esto? Porque independientemente de la necesidad económica, era obvio que había algo más que incitaba a Esmeralda a permanecer ahí.

Esmeralda involuntariamente me había dado la clave que necesitaba. Lo dicho, sólo era cuestión de sentarse y esperar. Nuevo título en mente ya tenía:“NOCHE DISOLUTA”.

Esa noche disoluta terminaba para Esmeralda en la ignominia, y para mí con otro aspecto: ya tenía algo más claro en mente. Aunque antes tuve que sortear a Chantal, para recuperar mi dinero (y perder mi dignidad); después que llegó a mi mesa, súper alcoholizada, atajándolo cuándo iba a pagar la cuenta y metiéndoselo (literalmente) por el culo (¿Así o más denigrante?).

lunes, 3 de marzo de 2008

NOCHE 02 - COMPRA-VENTA SUBREPTICIA DE BELLEZA.

La primera vez que la vi, saltando de mesa en mesa, fingiendo cínicamente interesarse en el cliente en turno, planeando cómo obtener de la manera más rápida y sencilla copas; consideré a Esmeralda como una de las chicas más populares de lugar y hasta la catalogué cómo una “Diva”, aquel tipo de mujeres que parece que te van a cobrar sólo de verlas.

El tiempo, me demostraría que no sólo no era popular en La Tentación, sino que además era la menos querida ahí. Sonaría muy cruel si le digo “apestada”(¡Chin, ya lo escribí!)

Originaria de San Pedro Sula, Honduras, con Esmeralda existía una aguda mitomanía: en ocasiones afirmaba tener 33 años y a partir de ese punto podía aumentar o disminuir su edad considerablemente. Nunca consideré que fuera ni fea ni bonita. Aunque si se le veía más de cerca, se podía notar su vulgaridad: su maquillaje exagerado, su peinado totalmente pasado de moda para su cabello rubio, su perfume… ¡puta, su perfume! Podía quedarse impregnado por días en tu ropa y tu cuerpo. A diferencia del resto de sus compañeras, ella prácticamente siempre portaba el mismo vestuario: el clásico de colegiala con unas botas, con el cuál resaltaba su voluptuosidad, pero no le sentaban nada bien; sobre todo por que evidencíaba una terrible celulitis. Vamos, todo un cliché con patas. Su selección musical para sus presentaciones era totalmente “outsider”, y quizás por eso tenía su encanto: “Your Love” de Lime, que es una gran canción de high energy medio discosa de 1981 y “Total Eclipse of the Heart” de Bonnie Tyler, que es un tema súper cursi de 1983 que dura ¡más de seis minutos!

No tardé mucho en enterarme por qué nadie la quería.

La dinámica más usual para una bailarina a la hora de conseguir copas y la cual tú cómo cliente deberás conocer para poderte simplemente involucrar y dejarte llevar por la ficción, es la siguiente: ella llega, empieza a preguntar cosas cómo “¡Hola! ¿Por qué tan solito? ¿Puedo sentarme?”. Tú aceptas. Y así te la sigues, con vacuidad e hipocresía para charlar y eventualmente (si es que ese es tu plan), desfachatez para empezar a meter mano por dónde se pueda. Diez minutos más tarde, ella te pedirá de alguna manera, ya sea sutil o mucho más directa y hasta agresiva (“¡Ándale cabrón! ¡Invítame una copa, para persignarme!”) su correspondiente bebida. Tú todavía no cederás. Y es que no te salen gratis. Hay que pensarlo fríamente.

Cómo la estrategia no funcionó, ella hará todo lo posible para demostrarte por qué debes de gastar en ella. Tú empiezas a tantear y cinco minutos después sólo te quedará decidir si, le pagas esa ansiada copa o si te vas a quedar solito, porque ella irresolublemente se irá. No es accidental que mi primera opción para llamar a mi documental fuera “Efecto Disoluto”, porque ésta rutina se podrá viciar y quizás se repita, dos, tres, cuatro veces más o probablemente toda la noche.

Claro, todo es de contentillo. Si el negocio está a la baja y se sentó en tu mesa una de aquellas chicas a las cuáles no les gusta las dilataciones, no hay segunda oportunidad. Si el negocio está a la alza, quizás no seas tan importante como el tipo de a lado. Se tendrá que aprender y posteriormente recordar la regla #1 del table dance, la más importante de todas:


- “EN EL TABLE DANCE TODO SE RIGE POR INTERESES Y DINERO”. Por ende, las palabras se evaporan, las caricias se olvidan y la búsqueda de idilios, por lo general provoca deliquios sin que a ellas les importe.

Irónicamente, entre más me hundí en aquellos resquicios, esa regla se me fue olvidando.

Esmeralda se boicoteaba solita. No sé si ella lo supo alguna vez. No puedo decir que me daba lástima, pero sí me daba una sensación muy desagradable, cada vez que era rechazada de la peor manera, cada vez que se rehacía en cuestión de segundos para dar el salto a la siguiente mesa buscando mejor suerte, cada vez que hacía el intento por bailar y no lo conseguía y sólo obtenía hacer una y otra vez el ridículo. Así todas las noches.


Su estrategia para abordar a los hombres, apestaba. Llegaba en su perpetuo estado que mezclaba su evidente adicción a la cocaína con lo poco que había podido tomar en la jornada e inmediatamente te exigía una cerveza, pensando por alguna razón, que su molesto dejo de promiscuidad, besando a cualquiera, pasando su lengua por el cuello de perfectos desconocidos o exhibiendo sus senos naturales a la primera provocación, era la clave para su éxito.

Ahora que, si eras amable, bien intencionado o de plano un imbécil y aceptabas, te podías dar cuenta que habías cometido un grave error, algo así cómo una novatada, pues. Y es que Esmeralda presumía ser malísima actriz. No te contaba nada. Se notaba su urgencia por terminar lo más pronto posible el trámite. Vaya, exudaba asco por su trabajo.

Las semanas pasaban pero las cosas no fluían. Algo faltaba. Todo pecaba de ordinario y viciado. Empero, ese maldito tiempo, otra vez se traía algo entre manos.

domingo, 2 de marzo de 2008

NOCHE 01 - ENTRE EL ELECTROCLASH Y EL INFRAMUNDO.

Pero ¿cómo empezó todo? ¿Por qué mi necesidad/necedad de hacerlo?

Toda la culpa la tuvo ESMERALDA.

Terminado en el ex Salón 21, el concierto de Ladytron, una de mis bandas favoritas (el cuál, por cierto, fue simplemente im-pre-sio-nan-te: la enigmática belleza de Helen Marnie; Mira Aroyo cantando en búlgaro sin que nadie entendiera ni una puta palabra de lo qué decía, pero con la cuál era imposible despegar la mirada por su perturbadora presencia; Daniel Hunt grabando al público con su camarita con una cara de sorpresa gracias a la apabullante respuesta que estaban recibiendo y un Reuben Wu más bien estoico; siendo acompañados tanto por una chica bajista como por un baterista; con lo que, al menos en vivo, se separan del resto de la camada electroclash; ráfaga de exitosos “singles” de synth-pop, de “Playgirl”, “Seventeen”, “Destroy Everything You Touch” y “Weekend” a “Soft Power”, “Blue Jeans”, “International Dateline” y “He Took Her To A Movie” y un balance perfecto entre los momentos netamente electro-punks, al dance más descarado y el shoegaze envolvente; con lo que inmediatamente recordé la definición que leí años atrás, aquella con la que me nació la urgencia de saber a qué demonios sonaba ésta banda: “Ladytron suena cómo sonaría Britney Spears si hubiera nacido en la República Democrática Alemana y fuera adicta a la heroína”); acabé en el lugar dónde comenzaría todo: LA TENTACIÓN. Alcohol a raudales, ticket tables comprados vertiginosamente, chicas húngaras saltando a la mesa, reggaeton súper rasposo y una jornada que terminó por ahí de las seis de la mañana.

Saliendo del lugar, en un estado lamentable y sin un centavo en la bolsa, me dispuse a caminar cómo zombie a ver dónde me llevaba el camino; mientras que salió de la nada sólo una idea: hacer un documental acerca del table dance.

Yo estaba entusiasmado porque una semana atrás había podido concretar hacer un cortometraje cómo trabajo final de semestre en la Universidad, llamado “SEXO, MENTIRAS Y VIDEOHOME”, dedicado a la anti paradigmática figura de CHRISTIAN GONZÁLEZ, el creador por excelencia del videohome “trash”, el cáustico autor de la única obra considerada “de culto” dentro de esa agonizante industria (“Ritmo, Traición y Muerte: La Cumbia Asesina”,1991); así como amigo personal, el cuál además admiro. El cortometraje a pesar de su fallas técnicas y narrativas así como el hecho de no haber tenido el apoyo de prácticamente ninguno de mis compañeros que más bien participaron por obligación; sí convenció a todo pinche mundo, cumplí con las expectativas de mis maestros y hasta a Cineteca Nacional y el Festival Internacional de Cine de Acapulco fue a dar.

Habrá sido mi fascinación por los subterfugios, escondites y reductos amorales, la que me arrastró a emprender mi tour al inframundo y hacer por mis propios medios el documental, que impulsivamente titulé primigeniamente como “EFECTO DISOLUTO”; no importándome todos los obstáculos a los que me tendría que afrontar: desde la parte técnica (¿Cómo carajos se ilumina un lugar sumamente oscuro?) hasta cuestiones prácticas cómo el hermetismo de las mujeres, el difícil trato con los gerentes… y desde luego, la falta de dinero. El plan: convertirme en el incómodo testigo del lugar, en un infiltrado, en el cliente anónimo. No necesitaba hacer castings secretos para saber quiénes me convenían y quiénes no; ellas y sus historias llegarían a mí.

Y así, iba a conocer a Esmeralda.