miércoles, 9 de julio de 2008

NOCHE 19 - UN REGALO CARGADO DE DELIRIO.

Una quincena había pasado desde la llamada de Alexandra y regresaba a La Tentación.

Asistía con ciertas reservas y dudas. Es cierto, era frecuente que Alexandra al despedirse de mí, afirmara que me tenía un regalo, pero hasta ahí llegaba la promesa. Llegué a escuchar tantas veces aquello, que ya lo tomaba sólo cómo un “rolling gag”, cómo una despedida amable. Punto. Y la petición cuándo me habló, la quería ver cómo una manera de quedar en paz.


Además, ¿qué posibilidades había de que una teibolera se tomara la molestia de comprarle algo a un cliente por un incidente tan frecuente en su ambiente cómo lo es ponerse hasta el culo? Al final de cuentas, es tácito que a la hora de asistir se está expuesto a ese tipo de inconvenientes.

Pero bueno, después de recibir un par de horas antes, un mensaje que decía “No vayas a faltar mi flaquito”; ahí me encontraba nuevamente.


Yolanda no tardó en saludar y prometer que traería a Alexandra. Cuándo ésta llegó a mi mesa, noté que traía algo en las manos y lo trataba de ocultar. Y la promesa se cumplió; sí había un regalo sorpresa dentro de una pequeña bolsa: una chamarra negra que reflejaba su estilo.

No tenía palabra alguna hacia ella. La emoción me lo impidió. Sin embargo, una serie de preguntas revoloteaban en mi cabeza: ¿Qué significa el regalo? ¿Qué trata de demostrar con esto? ¿Es porque siente empatía hacia mí? ¿Es sólo para limpiar su culpa? ¿Lo ha hecho por mero interés? ¿Por celos?

Sí, copas, muchas copas compradas, mientras escuchaba la repetición de la llamada por teléfono. Sí, varios ticket table demasiado...acalorados (¿Uno? ¿Tres? ¿Seis? ¿Acaso importa? Para la mañana siguiente ninguno de los dos recordaremos nuestro descrédito ¡Así que a soltarse la greña y que se joda el mundo!).

En el momento, en el que Alexandra se retiró para prepararse a ejecutar una de sus características presentaciones; su amiga BRITTANY llegó a mi mesa, para saludar, pedirme que le dejara ver la chamarra y preguntarme qué me había parecido el detalle. Ella ya sabía con antelación del mismo y en secreto me decía una cosita inquietante: Alexandra me había dado el obsequio porque ella sentía cariño hacia mí…aunque la razón la desconocía.

La noche terminaba. El regalo revolucionó las cosas. Alexandra se despedía pidiéndome que para mi siguiente visita nuevamente le avisara mi plan, porque todavía le quedaba algo pendiente por darme. El aparente motivo del porque estaba teniendo esas atenciones conmigo, trastornaba todo. Ya en la mañana en mi casa, dispuesto a dormir, recibía a mi celular un mensaje que decía:

“Que tengas buen día. Te quiero mucho”.

Si bien es cierto, no podía considerarme cómo la primera y única persona que recibía un gesto de esta naturaleza por parte de Alexandra (realizados por amistad, por estar enamorada, por conveniencia, por mera diplomacia); los que gozaron de ese privilegio, se contaban con los dedos de las manos… y ahora yo era uno de esos dedos.

Curiosamente, pasaron sólo unas cuantas horas para regresar a La Tentación y con ello pude confirmar esto y enterarme por conducto de otra amiga de Alexandra, el motivo del regalo… o en todo caso, su punto de vista del por qué lo hizo.

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