domingo, 13 de abril de 2008

NOCHE 16 - ELLA VA A SALIR ÉSTA NOCHE DEJANDO ATRÁS SU VANIDAD. QUIERE GUSTAR Y SER GUSTADA, SENTIRSE DESEADA, BAILAR Y BAILAR.

No había siquiera terminado de subir la escalera que dirigían al antro cuándo lo primero que vi fue irónicamente a una Bárbara radiante ante una audiencia más bien escasa. Los síntomas volvieron: los ojos dilatados, el caminar haciendose torpe, el cuerpo sintiendo un incomodo hormigueo, el corazón bombeando furiosamente sangre. Y todo esto aumentó cuándo ella fácil y rápidamente me identificó y detuvo momentáneamente su presentación para saludarme.

Esa noche, dónde Alexandra estaba ausente ya que días atrás se había lesionado la cadera, producto de una de sus tantos espectaculos incendiarios; me enteré el motivo del por qué Bárbara y parte vital de la plantilla extranjera de La Corbata, habían decidido abandonar dicho lugar.

Resulta que en La Corbata ya se había vuelto práctica común que “La Escoria”, optara por medidas drásticas para obtener copas: sexo oral, fajoteo descarado y promiscuidad rampante. El ambiente se había vuelto virulento. Aunque ninguna estaba obligada a ejecutar algunas de éstas acciones, era insostenible trabajar en un contexto tan repulsivo, además de que no fueron pocas las ocasiones que recibieron propuestas de los clientes para que hicieran lo que el resto.

A Bárbara, se le unieron en la huida tanto Kimmel así como su amiga Sabrina también procedente de Venezuela (de hecho ella fue quien introdujo a Bárbara en éste negocio); con las cuáles, debo de admitir, animaban hasta al más amargado (o sea, no sé si es genético, el clima o lo que comen; pero las venezolanas rifan y gobiernan el pedo); pero eran súper pose. Al momento que escribo esto, Kimmel y Sabrina ya no trabajan más en el mundo del table dance: Kimmel se relacionó sentimentalmente con uno de los meseros de La Corbata, el cuál eventualmente se convertiría en uno de los capitanes del lugar. Viendo la inminente debacle del lugar; ambos se salieron de ahí. Ella no siguió a sus compañeras y se le empezó a ver en clubs exclusivos cómo CADILLAC y GARDEN CLUB mientras su pareja se transformó en una suerte de padrote. La última vez que supe de Kimmel, había abierto su propio negocio; una estética la cuál, ella misma atendía. Sabrina por su parte, conoció a un cliente que la sacó de ahí; aunque por lo que supe en voz de la misma Bárbara, todo era la clásica relación por conveniencia ya que ella no se sentía cómoda con su nuevo ritmo de vida ni satisfecha afectivamente. Curiosamente en esas vueltas que da el mundo y contrario a lo que cualquiera que la ubicó en su faceta de “Diva” pensaría; un día de manera casual me la topé atendiendo un local de teléfonos celulares en Plaza San Cosme.

A El Escándalo, también terminó cayendo la (hasta ese momento) mejor amiga de Bárbara; una señora brasileña llamada FRIDA con la cuál me divertía mucho porque ella tenía un pésimo español y mi portugués es escaso, así que gran parte de nuestras conversaciones se trataban en adivinar y entender lo que decía el otro. Para ese entonces, no pensé que su nombre lo estaría escuchando insistentemente en los meses posteriores…

El punto de ese día fue que Bárbara…perdón, perdón, GABRIELA (el nombre con el que ahora era conocida en el lugar), abusara y me cabuleara a su antojo con respecto a Alexandra, sus celos y mi comportamiento todo nervioso (y eso que no lo llamó patético), cuando las tuve a las dos frente a frente. Su manera de cohibir hasta al más pintado, hizo que sólo me quedara cómo remedio, no decir algo de sus burlas no malintencionadas.

Bárbara aprovechaba también en darme su propia versión de lo que había sucedido en los vestidores de El Escándalo con Alexandra y así descubrí cómo se caracterizaría a la postre su rivalidad: Alexandra haría todo lo posible para provocar, para actuar con mala leche, en sacar ronchas; presumiendo que ella sin duda era la opción que yo elegiría. Bárbara por su parte respondería con seguridad, cinismo e inteligencia, para que sus palabras fueran secas pero contundentes. Ambas aparentaban que lo dicho por la otra no le afectaba en lo absoluto y mantenían una pose retadora. Aunque por supuesto, en el fondo si les calaba lo que oían de la rival.

Pensé entonces, que a partir de ese momento no sería raro enterarse de que una le vació cerveza al vestuario de la otra, o que una le rayó el disco a la otra antes de su presentación o que ambas llegaron a agarrarse a cachetadas guajoloteras y taconazos limpios en el baño.

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