domingo, 30 de marzo de 2008

NOCHE 14 - LA CONOCÍ EN UN MOMENTO MUY EXTRAÑO DE SU VIDA.

Bárbara irradiaba por todos sus poros, vanidad y feminidad. Así que, su mirada era fulminante, su caminar hipnotizante, su aroma embriagante, su porte especial, su trato cordial, su voz acariciante, su esencia única, su manera de ser dónde dejaba de manifiesto que era una “Diva” resultaba intimidante. Vamos, desde éste momento lo confieso: me enamoré perdida y profundamente de Bárbara.

Voy a ser sincero. Me cuesta un poco escribir éstas líneas, ya que estoy escribiendo de un amor platónico, de un absurdo, de un imposible, de una idealización. Ni hablar, yo sabía en qué terrenos me estaba metiendo cuándo empecé a escribir, así que estaba consciente que tarde o temprano me afectaría mencionarla.

Después de conocerla (dónde por cierto, surgió el “gag” local de bautizarla como “La Ingeniera” ya que esa misma noche me enteré que ella había estudiado en Caracas, Venezuela; su ciudad de origen, la carrera de Ingeniería Civil, aunque nunca la terminó; en una escena por demás sui generis, tanto por el escenario cochambroso bañado en prominentes luces rojas dónde se hacía dicha confesión, así como por lo asombrosamente disparatado de la situación); fueron pocas las veces que me topé nuevamente con Bárbara. Sin embargo los síntomas siempre eran los mismos: me bloqueaba, tartamudeaba y hacía patente mi nerviosismo.

(¿Mi comportamiento cada vez que la veo responde a que tiene bien practicado su personaje o es porque en realidad me gusta? ¡Demonios! ¿Para qué lo niego? Es evidente que Bárbara me voló la cabeza)

A pesar de aceptarlo, curiosamente no me pesaba tanto pensar que quizás no la volvería a ver porque La Corbata ya había perdido ahora sí todo su encanto.

Dos o tres meses después de la última visita a La Corbata escuché de su resurgencia y ahora hasta en días tan improbables cómo lunes o martes, el ambiente rifaba durísimo. Sobra decir que no tardé mucho en ir a comprobar la noticia.

En efecto, La Corbata había vuelto a ser “in”…aunque por un periodo fugaz.

Comprobar que aunque los meses habían trascurrido y que en realidad nunca mantuvimos una relación tan estrecha; Bárbara se hubiera acordado inmediatamente de mí, fue razón suficiente para reafirmar un hecho: estaba enamorado de ella.

Reitero, La Corbata tuvo un segundo aire mínimo. Semanas después nuevamente se encontraba muerto, quedándose sólo con lo peorcito de la plantilla.

Por ahí se encontraba una pareja de hermanas también procedentes de Venezuela llamadas PAULINA y KORINY; las cuáles sin embargo, en vez de pagarles para que se quedaran en tu mesa, lo que querías era pagarles para…quitártelas de encima; ya que sobre todo Koriny era conflictiva y demasiado molesta; por lo que sin decir “agua va” te soltaba putazos, arañazos y jalones de pelo (¡!). De hecho, ella fue la responsable que una noche que se encontraba en su apogeo, concluyera de súbito cuándo recibí de su parte un golpe en el rostro; al momento que ésta intentaba pegarle a un cliente, el cuál había rechazado besarla en la boca.

Chantal (¡sí, esa señora gorda con labio leporino y súper alcohólica!), cayó a ese tugurio a seguir exhibiéndose de la peor manera posible. Cuándo me la volví a encontrar, ella aseguró reconocerme. Considerando su alarmante nivel etílico, tengo la ligera sospecha que estaba mintiendo. Esa noche, terminé con un inolcutable chupetón en el cuello que duró por varios días, cómo premio.

Y así se seguía topando uno con extranjeras vulgares, mujeres decadentes, jóvenes avorazadas y más. ¡Puaj!

Justo ahí dónde descubrí en definitiva que sí me interesaba Bárbara, cuándo una boletera me daba una noticia que pareció cómo balde de agua fría: Bárbara había dejado de trabajar ahí y no sabía cuál era su nuevo lugar de trabajo. De hecho, la acompañó en el éxodo, parte de la “legión extranjera” de La Corbata.

Esa noticia que la boletera decía parcamente, a mí sí me movió.

Al parecer era sólo cuestión de resignación lo que me hacía falta para afrontarlo.

Así que, aquella noche que la vi en la pista de El Escándalo, el corazón se aceleró, los ojos sólo tenían una dirección que era hacia ella, los músculos se tensaron, las palabras no brotaron, la mente se nubló. Y esto se acrecentó cuándo terminada su presentación, lo primero que realizó fue dirigirse a mi mesa y saludar (con todo y su caracteristico acento caribeño) en un tono entre bromista, amistoso, coqueto e intimidante.

Ahí empezó una nueva historia.

Podría decir que descubrí otro secreto de Alexandra la cuál había sido testigo de mi saludo con Bárbara: Alexandra no sólo era celosa, sino que si se lo proponía podía ser también una hija de puta.

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