domingo, 16 de marzo de 2008

NOCHE 06 - OLFATO MALIGNO PARA ENCONTRAR MUSAS DE OCASIÓN.

No llevaba tanto asistiendo a éste tipo de lugares y ya había oído de una suerte de leyenda urbana: eventualmente los clientes de La Tentación, conocian a una chica que se distinguía fácilmente del resto. Su nombre: Alexandra.

Pero ¿qué demonios hacía especial a Alexandra? ¿Por qué era la sensación del lugar? ¿En qué se basaba su famita?

No, no era el físico: joven, blanca, cara ovalada, alta, cabello lacio muy negro más abajo de los hombros y poco voluptuosa. Vamos, no tenía a los hombres babeando por su belleza. Reitero, no tenía nada que ver su físico.

Su popularidad residía en su personalidad. Era el hecho de toparse con una chica con su vestuario todo rasgado y/o deshilachado prácticamente siempre en prominente color negro (ya sea su top acompañado de una falda con crinolina o unos shorts de mezclilla); portando pulseras y collares con estoperoles; y ostentando eternamente un par de distintivas y apabullantes botas y que al subir al escenario, no lo hacía al ritmo ni de reggaeton cutre, ni de pyscho chafita, ni de pop cursi; sino de metal-dark-punkoso todo atascadote (de “Te Quiero Puta” de Ramstein a “Maldito Sea Tu Nombre” de Los Ángeles del Infierno; de “Marijuana” de Brujería al cover de “Sweet Dreams” original de Eurythmics, hecho por Marilyn Manson); y en cuyas presentaciones parecía más que estaba en medio del “slam” o arriba de un concierto, con la única diferencia que en vez del “headbanging” o de alzar la mano haciendo la señal de “sexo, drogas y rock and roll” , ella se metía y sacaba botellas por la vagina, provocaba al público, embarraba fluidos íntimos al incauto que se dejara, se nalgueaba, se jalaba violentamente los senos, saltaba, se aventaba al suelo, jugaba con cadenas, gritaba, robaba y tomaba los tragos de clientes desprevenidos, se movía cómo si estuviera por algunos minutos poseída, giraba la cabeza por todas las direcciones posibles para ver la reacción de la gente y le encantaba cómo ésta, se encontraba atónita por lo que estaba viendo, se reía cómo enajenada, sacaba la lengua y terminaba triunfal su espectáculo.

Y abajo del escenario las cosas no cambiaban mucho que digamos. Desmadrosa, alcohólica, drogadicta, mal hablada, desinhibida. Y a su vez, amistosa, sencilla y simpática.

Esa era Alexandra.

No es de extrañar, por lo tanto, que era la más requerida de la noche. Aquella por la que no se dudaba en gastar toda la quincena. La única que recibía total atención en cada uno de sus presentaciones, concediéndole el derecho de subir a la pista principal sola para que hiciera su relajo completo. La única capaz de conseguir 40 copas de chingadazo, gracias a que su actitud y presencia imponian muy cabrón. Así que sus palabras no eran sugestiones...eran ordenes.

Vamos, era algo así cómo la “hija prodiga” de La Tentación y era la consentida del dueño del lugar; todas sus compañeras reconocieron su estilo, confesando que sólo ella podía hacer lo que hacía y hasta en otros table dance, la conocian y la envidiaban.

Debo de aceptar que el día que conocí a Alexandra y comprobé el mito, sí me sorprendió su exhibición llena de provocación, y consideré que su look reinaba en La Tentación; pero me cayó sumamente mal. No sé, tanta energía, tanto desenfado, no me atrajó como debía esperarse.

Sin embargo, una noche cualquiera en la cuál obtuve el privilegio de estar en una mesa que rodeaba la pista principal de La Tentación; un morbo recalcitrante, un arrojo kamikaze y una determinación impertinente precipitaron todo y me arrastraron a dirigirle la palabra, apenas advertí su presencia. De esa manera, firmé mi sentencia de muerte.


(¿Qué le habré dicho o qué no le habré dicho? ¿Qué hice o qué no hice ante ella? ¿Acaso importa eso en estos momentos? Tengo su teléfono y me invita a que le hable lo más pronto posible. Es cierto, mucho fue estrategia, pero es cierto que no a todos se los da).

Esa noche, caí rendido ante ella. Así de sencillo.

Para decirlo de otra manera: a partir de ese momento ir a La Tentación independientemente de “Noche Efímera”, era en función de ver a la que también era conocida como “La Rockerisima”.

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