domingo, 2 de marzo de 2008

NOCHE 01 - ENTRE EL ELECTROCLASH Y EL INFRAMUNDO.

Pero ¿cómo empezó todo? ¿Por qué mi necesidad/necedad de hacerlo?

Toda la culpa la tuvo ESMERALDA.

Terminado en el ex Salón 21, el concierto de Ladytron, una de mis bandas favoritas (el cuál, por cierto, fue simplemente im-pre-sio-nan-te: la enigmática belleza de Helen Marnie; Mira Aroyo cantando en búlgaro sin que nadie entendiera ni una puta palabra de lo qué decía, pero con la cuál era imposible despegar la mirada por su perturbadora presencia; Daniel Hunt grabando al público con su camarita con una cara de sorpresa gracias a la apabullante respuesta que estaban recibiendo y un Reuben Wu más bien estoico; siendo acompañados tanto por una chica bajista como por un baterista; con lo que, al menos en vivo, se separan del resto de la camada electroclash; ráfaga de exitosos “singles” de synth-pop, de “Playgirl”, “Seventeen”, “Destroy Everything You Touch” y “Weekend” a “Soft Power”, “Blue Jeans”, “International Dateline” y “He Took Her To A Movie” y un balance perfecto entre los momentos netamente electro-punks, al dance más descarado y el shoegaze envolvente; con lo que inmediatamente recordé la definición que leí años atrás, aquella con la que me nació la urgencia de saber a qué demonios sonaba ésta banda: “Ladytron suena cómo sonaría Britney Spears si hubiera nacido en la República Democrática Alemana y fuera adicta a la heroína”); acabé en el lugar dónde comenzaría todo: LA TENTACIÓN. Alcohol a raudales, ticket tables comprados vertiginosamente, chicas húngaras saltando a la mesa, reggaeton súper rasposo y una jornada que terminó por ahí de las seis de la mañana.

Saliendo del lugar, en un estado lamentable y sin un centavo en la bolsa, me dispuse a caminar cómo zombie a ver dónde me llevaba el camino; mientras que salió de la nada sólo una idea: hacer un documental acerca del table dance.

Yo estaba entusiasmado porque una semana atrás había podido concretar hacer un cortometraje cómo trabajo final de semestre en la Universidad, llamado “SEXO, MENTIRAS Y VIDEOHOME”, dedicado a la anti paradigmática figura de CHRISTIAN GONZÁLEZ, el creador por excelencia del videohome “trash”, el cáustico autor de la única obra considerada “de culto” dentro de esa agonizante industria (“Ritmo, Traición y Muerte: La Cumbia Asesina”,1991); así como amigo personal, el cuál además admiro. El cortometraje a pesar de su fallas técnicas y narrativas así como el hecho de no haber tenido el apoyo de prácticamente ninguno de mis compañeros que más bien participaron por obligación; sí convenció a todo pinche mundo, cumplí con las expectativas de mis maestros y hasta a Cineteca Nacional y el Festival Internacional de Cine de Acapulco fue a dar.

Habrá sido mi fascinación por los subterfugios, escondites y reductos amorales, la que me arrastró a emprender mi tour al inframundo y hacer por mis propios medios el documental, que impulsivamente titulé primigeniamente como “EFECTO DISOLUTO”; no importándome todos los obstáculos a los que me tendría que afrontar: desde la parte técnica (¿Cómo carajos se ilumina un lugar sumamente oscuro?) hasta cuestiones prácticas cómo el hermetismo de las mujeres, el difícil trato con los gerentes… y desde luego, la falta de dinero. El plan: convertirme en el incómodo testigo del lugar, en un infiltrado, en el cliente anónimo. No necesitaba hacer castings secretos para saber quiénes me convenían y quiénes no; ellas y sus historias llegarían a mí.

Y así, iba a conocer a Esmeralda.

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