viernes, 14 de marzo de 2008

NOCHE 04 - DAME UN SÓLO BESO QUE DURE MÁS QUE UNA MENTIRA.

Sin proponerselo, Esmeralda me había obsequiado la respuesta que yo andaba buscando.

No soy un experto, pero sí puedo presumir que le sé a esto del cine muy cabron. Así que en mi fase petulante de incipiente crítico de cine en medios electrónicos (todavía inofensivo, pero crítico al fin y al cabo); odio la última “olita” de documental mexicano. Así de sencillo. Siento que sí es LA tomada de pelo.

En general no me convence: “Niños de la Calle” (Eva Aridjis, 2002) es un maniqueo trabajo académico que se conforma en tratar de estudiar el fenómeno de la marginación, representado en la figura de cuatro niños de la calle; pero sin la posibilidad de aportar soluciones estructurales viables ni intervenir realmente en ellas.“Toro Negro” (Carlos Armella y Pedro González-Rubio, 2005) es por su parte, un pasivo trabajo acerca de Fernando Pacheco “El Negro” también apodado como “El Suicida”; un improvisado torero de feria en el sur del país; alcohólico, con serios problemas de violencia intrafamiliar con su esposa varios años mayor que él, segregado del grupo que se dedica a la tauromaquia en corridas ambulantes por ser considerado meramente un bufón para dicho arte y con varias aspiraciones al parecer irrealizables. A su vez la sobrevalorada “En el Hoyo” (Juan Carlos Rulfo, 2006) es una insustancial colección de viñetas y anécdotas protagonizadas por un puñado de los miles de obreros que trabajaron en la construcción del Segundo Piso del Periférico en la Ciudad de México. Mientras que “1973” (Antonino Isordia, 2002 - 2005) es un rosario de desgracias a las que se han visto arrastrados a través de su vida, tres personajes diametralmente opuestos pero que los une haber nacido en el año que indica el título; cómo si de un error de raíz se tratara.

A todas éstas (junto con gran parte del resto de la “olita”), las caracteriza una irresponsabilidad explotando las miserias humanas, el declive moral y el infortunio de sus personajes lumpenes, pero siempre vistas a distancia y con cierta condescendencia. Cine hecho por y para burgueses acerca de temas que no les atañe y ambientes que ni de lejos conocen. No es casualidad entonces, que no se les crea nada, de lo que se ve en pantalla.

Así que, con lo aprendido en los últimos años, en ésta fase, junto a la lúdica de consumir cómo enajenado todos los documentales que se me cruzaron en el camino; sabía por lo pronto, qué era lo que no quería del mío y qué era lo que debía de evitar a toda costa.




Un par de semanas después de haber visto cómo Esmeralda se derrumbaba una vez más, regresé a La Tentación.

Y ahí la veía. Intentando. Presumiéndose. Luciéndose. Pero el resultado seguía siendo el acostumbrado. Por ende, era de esperarse que tarde o temprano, ella se sentara en mi mesa.

Y llegó. A la fecha desconozco qué demonios se atravesó en mi cabeza en esos momentos, que acepté sin dudar que se quedara conmigo hasta el amanecer. Ahora que lo pienso, pudo ser que por primera vez preguntaba con un tono manierista “¿Puedo acompañarte?” Mmmmm… sí, quizá fue eso.

Debo de confesar que fueron unas horas entre bizarras y divertidas. Digo, sí fue muy gracioso ver la “personalidad múltiple” de Esmeralda. Primero se deshacía en halagos. Después sentía culpa por pedirme copas. Más tarde se deprimió porque al parecer su hermana YADHIRA (parentesco el cual nunca me quedó del todo claro: ella insistía cada vez que tenía oportunidad, que eran hermanastras, situación que se recalcaba porque no había parecido alguno: ni en facciones, ni en color de piel, ni en estatura, ni en complexión, ni en nada. O sea, con Yadhira sí te nacía decir orgullosamente “¡Merezco!”; pero es muy común en ese ambiente llamarse “prima” o “cuñada”, vaya a saber uno por qué; así que su fraternidad era en cierta manera dudosa); me conocía (pero yo no a ella).

Inmediatamente después, se encontraba, no enojada, sino franca y abiertamente encabronada, porque tuve el mal tino de regalarle un cigarro a una empleada.

Ya entre lo patético y lo vergonzoso, cada vez que le negaba una nueva copa, se iba indignada cómo si le hubiera dicho el peor insulto de su vida y después de su peregrinaje infructuoso, regresaba para ver si la perdonaba por su comportamiento y nuevamente la aceptaba. El colmo fue cuándo me exigió que no viera a ninguna otra persona. Todo era, reitero, muy divertido.

Pero por otro lado nuevamente ese sentimiento incomodo regresó. Entre el alcohol, entre el perreo, entre los chistes y sí, también entre las caricias, me percaté de algo que tenía en mis narices: lo único que necesitaba Esmeralda, era que alguien le brindara atención desinteresadamente y así se pudiera abrir.

Así supe que su nombre real era JACQUELINE. Su esposo la golpeaba y después la abandonó teniendo una relación autodestructiva y de dependencia con él. También conocí su situación económica, que cómo ya era de suponerse estaba del carajo, tomando en cuenta que debía de mantener a un hijo adolescente. Apenada confesaba que tenía que trabajar hasta los lunes. Para entender la magnitud del problema; trabajar un lunes es de las peores cosas que le pueden pasar a una teibolera. ¿Quién va un lunes a un table dance? Yo cometí un par de ocasiones el error de ir en lunes, y sí es súper decadentoso el ambiente.

Ahí estaba pues, protagonizando una de las tantas historias que se gestaban diariamente en La Tentación. Sentía que mi documental podía por lo pronto, ser sincero. La visión de un cliente que habla con conocimiento de causa. Un punto ganado. Un paso dado.

Esa noche, también originó otra cosa; el nombre definitivo para el proyecto, uno más ad hoc: “NOCHE EFIMERA”.

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